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ENEIDA.


XCIX.

Hincando una rodilla, con su escudo
Enéas guarecióse: el asta empero
Rehilando sobre el casco penachudo
Voló las altas alas del plumero.
Tener su indignacion él más no pudo,
Salteado otra vez tan contra fuero,
Al sentir que en revuelta fugitiva
El carro volador su encuentro esquiva.

C.

Y el altar que violaron, por testigo
Tomando de su fe desobligada,
A Júpiter juró; y al enemigo
Se precipita ya, con ciega espada
A ejercitar sobre él comun castigo.
Con favorable Marte ha entrado, y nada
Perdona, y hace mortandad horrenda;
¡Ay! que da á sus furores larga rienda!

CI.

¿Cuál Dios ahora inspirará mi canto?
¿Quién me dará que recordar emprenda
Tantos destrozos, y caudillo tanto
Sacrificado en una y otra senda
Por Enéas y Turno?... ¡Jove santo!
¿Y plugo que á tan áspera contienda
Concurriesen naciones que algun dia
Para siempre la paz unir debia?