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ENEIDA.


XCIII.

Un grito de terror álzase al cielo,
Y á su turno los Rútulos á viva
Fuga se dan en polvoroso vuelo.
Enéas á la turba fugitiva
Muerte no da, ni áun contrapuesto telo
O pecho firme su ímpetu cautiva;
Entre la nube que la vista ofusca
A Turno solo anhela, á Turno busca.

XCIV.

Ve Yuturna el peligro, y atosiga
Su viril corazon fiera congoja:
Muda á Metisco va, de Turno auriga,
Le arranca, y léjos del timon le arroja;
Puesta ella en su lugar, el tiro instiga,
Y ondea á su placer la rienda floja:
En la voz, en las armas y el semblante
Osténtase á Metisco semejante.

XCV.

Cual acude al castillo de opulento
Señor, y excelsos atrios la traviesa
Negruzca golondrina ronda, el viento
Hiriendo ufana con versátil priesa;
Partículas recoge de alimento
A gárrulos polluelos dulce presa;
Ya visita los pórticos vacíos,
Ya en torno trisca de los lagos frios: