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VIRGILIO.


LXXXIV.

La raíz salutífera recata
Encubierta la Diosa en nube umbría,
Llega, y en modo oculto el agua trata
Que en limpísimos vasos puesta, hervia;
Virtud comunicándola, desata
El díctamo, y el zumo de ambrosía
Que las fuerzas vivífico recrea,
Esparce, y odorante panacea,

LXXXV.

Con esta linfa Yápix, que no sabe
La merced de la Diosa recibida,
Lava la llaga: al punto, pues, el grave
Dolor huye del cuerpo; en la honda herida
Restáñase la sangre; ya suave
Tras la mano la flecha no traída
Saliendo va; y el adalid doliente
Todas sus fuerzas reintegrarse siente.

LXXXVI.

«¡Armadle, armadle, que lidiar desea!»
Ante todos así Yápix inflama
El turbado concurso á la pelea.
«Y tú, ilustre caudillo,» luégo exclama,
«No pienses que este triunfo humano sea;
Mi arte, mi diestra nada obró: te llama
Fuerza más alta, voluntad divina
Que á mayores objetos te destina!»