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VIRGILIO.


LXXII.

Seguia, al aire libre, en campo abierto,
Turno á Eumédes, con leve dardo: enfrena
Su carro, salta, llega; semimuerto
Al fugitivo halló sobre la arena:
El pié al cuello le pone; al puño yerto
Le arranca hoja luciente, yse la ensena,
Tiñéndola hasta el pomo, en la garganta,
Y fiero así sobre él victoria canta:

LXXIII.

«¡Troyano! el suelo hesperio que sangrienta
Tu planta holló, mejor ya mides, creo:
Esta es mi paga al que á lidiar me tienta;
Estos los muros que te alzó el deseo.»
Sus dardos luégo á Asbute, á Dare avienta,
A Tersíloco, Sibaris, Cloreo,
Y á Tímete, á quien potro asombradizo
Cerviz abajo descender le hizo.

LXXIV.

Cual bate ronco Bóreas el Egeo,
Y la mar, á sus soplos paralela
Rueda á la playa en levantado ondeo;
Alta nube en el aire huyendo vuela:
Tal densas haces arrolladas veo
Doquier que sus bridones Turno impela;
Envuélvele su propio movimiento,
Y sus plumas agita hendido el viento.