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VIRGILIO.


LXVI.

¿Qué fuerza la condujo? ¿de cuál mano
Partió? ¿Qué acaso, ó númen escondido
Dió tal gloria á los Rútulos? Arcano
Hondo fué. No se holgó de haber herido
Mortal ninguno al capitan troyano.
Mas cuando á Enéas alejarse vido
Y advirtió de sus nobles la mudanza,
Turno abre el pecho á férvida esperanza.

LXVII.

Y los trotones pide y las tremendas
Armas; de un salto sobre el carro, altivo
Monta, impaciente por regir las riendas.
Vuela: ya á éste, ya á esotro, semivivo
Vuelca, á la Muerte acumulando ofrendas;
O arroja sobre el bando fugitivo
Lanzones que arrebata, ó atrepella
Filas, y en curso abrumador las huella.

LXVIII.

Cual cerca al Hebro helado, con sangriento
Ardor bate su escudo en són de guerra
Marte, sus potros de encendido aliento
Lanzando al llano desde la alta sierra;
Delante corren del alado viento,
Gime bajo sus piés la tracia tierra,
Cien formas de Terror, de Insidia y Saña
Cortejo son que en torno le acompaña: