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ENEIDA.


XXI.

»¡Ven! (dice, y fulminante la menea)
«¡Oh! dáme que á ese Frigio afeminado
Bajo tus botes confundido vea;
Que la tersa loriga, mal su grado,
Rota, arrancada, destrozada sea,
Y el cabello gentil todo empolvado
Que unge en mirra y con hierro ardiente rizal»
Turno así delirando se encarniza.

XXII.

Y ya al rostro el incendio que le agita
Brota, y siniestro en su mirar chispea.
Así tambien sus armas ejercita
El toro que se ensaya á la pelea;
Terríficos mugidos da, se irrita
Contra el tronco de un árbol, y en idea,
Hiriendo al aire, á su contrario llama,
Y el escarbado polvo desparrama.

XXIII.

No ménos fiero Enéas por su lado
Anímase á la lid, la lid anhela,
De las maternas armas rodeado.
Admite el reto, apláudele. Revela
A sus amigos el querer del hado,
Y al afligido Ascanio así consuela.
Nobles envía que á Latino lleven
Leal respuesta yel concierto aprueben.