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VIRGILIO.


CXLI.

Cogió ella al cazador, ni afan le cuesta
En hueste desbandada. «¡Y qué, Tirreno!
¿Piensas,» dice, «que aquí cazar te es fiesta
Monstruos, cual de las selvas en el seno?
Tiempo es que de armas de mujer respuesta
Lleven tus voces. Ni de gloria ajeno
Vas á la sombra de tu padre: díla
Que á manos sucumbiste de Camila.»

CXLII.

Habló así, mal contenta su venganza
Con traspasarle el pecho. Y luégo humilla,
Troyanos ambos de feroz pujanza,
A Orsíloco y á Bútes. Donde brilla
La tez del cuello, que á cubrir no alcanza
Pendiente á izquierda del broquel la orilla,
Entre el yelmo y loriga del jinete,
Allí á Bute, en su fuga, el hierro mete.

CXLIII.

Busca ambicioso en circular corrida
Orsíloco, á su vez, á la guerrera:
Sigue ella al mismo de quien es seguida,
En órbita menor huyendo artera;
Y descarga sobre él, volviendo erguida,
Hacha tremenda: ruegos él reitera;
Golpes ella, y las armas párte y huesos;
Cubren la hendida faz calientes sesos.