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VIRGILIO.


LXXV.

»La guerra de salud no da esperanza:
Todos pedimos paz, dánosla luégo
Con la prenda inviolable que la afianza!
Soy el primero que á pedirla llego,
Yo, á quien émulo finges; ni hay tardanza
En mí—vesme á tus plantas—para el ruego:
¡Ten piedad de los tuyos, pon la ira,
Y léjos derrotado, té retira!

LXXVI.

»¡Cuánta muerte hemos visto! ¡cuánto estrago!
¿Qué tala en vastos campos no hemos hecho?...
Mas si es que ejerce irresistible halago
La fama en tí, si escondes en el pecho
Tanto valor, y de tu afan en pago
Esperas como dote regio techo
Que no has de renunciar, entónces, ¡ea!
Afronta á tu enemigo en la pelea.

LXXVII.

«Para que el regio enlace Turno ufano
Goce, ¿sólo á nosotros por ventura,
Sin lágrimas ni honores, en el llano
Nos toca sucumbir, caterva oscura?
Tú tambien, tú tambien, si no es en vano
Fama heredera de marcial bravura,
Sál luégo al campo, y con la frente erguida
Contempla al que á batalla te apellida!»