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VIRGILIO.


XXXIII.

»¡Ay! que mis votos y mis preces nada
Me valieron. Y tú, bendita esposa,
No á tan fieros dolores reservada,
¡Cuánto fuiste, muriendo, venturosa!
Por modo opuesto, yo de mi jornada
He vencido la senda trabajosa,
De las pruebas triunfé del hado esquivo,
Y ya ¡padre infeliz! me sobrevivo.

XXXIV.

«¡Hubiera yo seguido los reales
Troyanos, y los Rútulos me hubiesen
A dardos abrumado, y pompas tales
A mí, no á mi Palante, aquí trajesen!
Mas aquellos banquetes fraternales,
¡Oh Teucros! no temais que hora me pesen,
En que la diestra os di como aliado;—
¡Golpe era aqueste á mi vejez guardado!

XXXV.

«Que si fué tu destino en tan tempranos
Años caer, cayeras á los ménos
—Muertos ántes mil Volscos á tus manos—
Guiando al Lacio el paso de tan buenos
Compañeros! Piadoso el Rey troyano,
Nobles Frigios y en masa los Tirrenos
Te han hecho, sí, muníficos honores;
Yo mismo no te hiciera otros mayores.