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VIRGILIO.


III.

Truncos vuelve sus dardos al guerrero
En efigie, y su cresta ensangrentada,
Préndele á izquierda el gran broquel de acero,
A su hombro cuelga de marfil la espada.
Y él, entre los aliados el primero,
A hablarles se alza luégo: en apiñada
Y silenciosa turba su persona
Los jefes cercan ya; y así razona:

IV.

«Ya lo difícil acabasteis: llano,
Soldados, lo que falta os adivino.
Ved los despojos del cruel tirano;
Ricas primicias son: ¡en esto vino
Mezencio á dar por obra de mi mano!
Sabed que á la ciudad del rey Latino
Marchad nos cumple. En el marcial intento
Ocupad desde ahora el pensamiento.

V.

«Prevenidos estad, porque llegada
La hora que darán á mi ventura
Los Dioses, de mover el campo, nada
Los ánimos sorprenda, ni á pavura
Ó á dañosa demora los persuada.
A los muertos en tanto sepultura
Demos: único honor que á ellos alcanza
Del Aqueronte en la profunda estanza.