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ENEIDA.


CLXXX.

»¡Dejaréla!» Y diciendo se levanta
Sobre el enfermo muslo: aunque le impide
Fiero dolor mover la torpe planta,
Animo cobra, y su caballo pide
Que con bien le sacó de guerra tanta:
En él su gloria y su aficion reside,
Noble consolador, fiel compañero.
Al afligido bruto habló el guerrero:

CLXXXI.

«Hemos vivido á fe tiempo sobrado,
Rebo, yo y tú, si mucho tiempo dura
Cosa alguna mortal. Ó ensangrentado
Hoy el vulto traerás y la armadura
De Enéas, y á mí Lauso harás vengado;
O si todo camino cierra dura
La desgracia al valor, caerás! Te digo
Que has de vencer ó de morir conmigo.

CLXXXII.

»Que tú, digno bridon, nunca á villanos
Yugos el cuello inclinarás; ¿ni cómo
Habrías de admitir amos troyanos?»
Dice, y monta el corcel, que humilla el lomo»
A recibirle; se llenó las manos
De agudos dardos, y asentóse á plomo:
Guarnecida de bronce centellea
Su frente; áspera crin encima ondea.