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VIRGILIO.


CLXXVII.

Mas ya sobre sus armas extendido,
Ingente él mismo y con ingente llaga,
Traen á Lauso, haciendo gran plañido,
Sus soldados. De tanto mal presaga
El alma léjos entendió el gemido;
Y sus canas manchando en polvo, halaga
Mezencio su dolor; las palmas tiende
Al cielo; el hijo entre sus brazos prende.

CLXXVIII.

«¿Tanto el halago de existir convida,»
Dice, «y tanto obró en mí,que al enemigo
Te entregué en mi lugar, prenda querida?
¡Y yo (¡padre infeliz!) viviendo sigo!
¡El hijo que engendré me da esta vida,
Yo la muerte le doy! Siento y maldigo
El peso horrendo de mi suerte ingrata;
¡Esta sí es honda herida, esto sí mata!

CLXXIX.

»¡Y tu nombre tambien con mi pecado,
Hijo del alma, yo manché, del trono
De mis padres, por odios arrojado!
¡Así de mis vasallos al encono
Con muertos mil hubiese allá pagado
Mi crimen! ¡No que en mísero abandono
Sobrevivo! ¿Y no dejo todavía
Los hombres y la odiosa luz del dia?...