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ENEIDA.


CLXVII.

Así del vencedor el movimiento
Lauso embarga; y con alta gritería
Apóyanle los suyos, miéntras lento
El padre resguardado se desvía
Por la pelta del hijo. Armas sin cuento
Sobre Enéas la turba en tanto envía
De léjos; y él, ardiendo en furia nueva,
Firme y guarnido el choque sobrelleva.

CLXIX.

¿Quién vió tal vez en recio pedrisquero
Romper las nubes y azotar la tierra?
Huyen los labradores; y el viajero,
Como en alcázar natural, se encierra
En cava umbrosa ó sólido agujero
Que algun rio le ofrece ó agria sierra;
Y aguarda allí para seguir su vía,
Que calme la tormenta y abra el dia:

CLXX.

Así de todas partes asaltado
Eneas se recoge y acoraza
Miéntras escampa el áspero nublado;
Yá solo Lauso increpa, á él amenaza,
Diciéndole: «¿Dó vas, dó vas, cuitado?
¿Qué audaz resolucion incauta abraza
Tu voluntad? A tanto no eres fuerte;
Tu atolondrado amor corre á la muerte!