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ENEIDA.


CXXVI.

«No de enemiga fila espectro vano,
Ni ya de tus bridones tardo el vuelo,
Lucago, te entregó. Saltaste al llano
Sobre las ruedas por tu propio anhelo.»
Dice, y ase del tiro. El triste hermano
Del carro mismo se escurrierra al suelo
Y las inermes palmas extendia,
Y esta plegaria balbuciente envía:

CXXVII.

«Por tí, y aquellos á quien es debido
Tu sér, ¡que con piedad, señor, me veas,
Y esta vida me dejes que te pido!»
Rogando sigue; y replicóle Enéas:
«No así hablabas en ántes, fementido;
Vé, y fiel hermano con tu hermano seas!»
Ycon la espada el pecho vengadora,
Santuario del alma, hondo le explora.

CXXVIII.

Por el campo con ímpetu creciente
El dardanio adalid destrozos tales
Hacía, cual horrísono torrente
Ó cual negra legion de vendavales
Enfurecido. Y ved que de repente
Salen, desamparando los reales,
El infantil caudillo y sus soldados
Con dicha á dura extremidad llegados.