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ENEIDA.


CVIII.

Mas ¡ay! alucinada fantasía
Del hombre, que la suerte venidera
No conoce jamás; jamás, el dia
De la dicha, sus ímpetus modera!
Tiempo será en que Turno compraría
La vida de Palante si pudiera,
Nunca manos pusiera en él, y á enojos
Este triunfo tendrá y estos despojos!

CIX.

Los Árcades, con gran gemido y llanto,
A Palante sacaron de la arena
Puesto sobre un escudo. ¡Ay triste! ¡cuánto
De gloria al genitor, cuánto de pena
Llevas! Róbate envuelto en alto espanto
El dia mismo que en la lid te estrena;
Mas no sin que ántes dejes de hombres muertos
Los campos de los Rútulos cubiertos!

CX.

En tanto á Enéas, no el susurro llega,
Sí mensajero cierto del fracaso;
Que es perdida, le dice, la refriega,
Si él no acude. A su voz se lanza, y paso
Se abre á filo de espada; en torno siega
Cabezas, ancho campo deja raso,
Y á Turno, que en su triunfo se encarniza,
Ardiente busca en la revuelta liza.