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ENEIDA.


XC.

Cuidó en las selvas ocultar temprano
A Haleso, de desgracias agorero
Su padre; mas no bien cerró, ya anciano,
Los blancos ojos al sopor postrero,
Las Parcas, salteando al hijo arcano,
De Evandro le consagran al acero.
Contra él Palante, ántes que el dardo libre,
En sumisa oracion invoca al Tibre:

XCI.

«¡Padre Tibre! murmura, «porque hiera
Al duro Haleso el corazon, envío
Esta arma voladora: en su carrera
Tú concede fortuna al hierro mio,
Y colgaré á una encina en tu ribera
El despojo marcial.» Oyóle el rio;
Y Haleso, á punto en que á Imaon guarnece,
El pecho al golpe arcadio inerme ofrece.

XCII.

Al gran fracaso del sin par guerrero
Temiendo que se arredrey desbarate
El ejército, avánzase ligero
Lauso, en la guerra alto poder: su embate
De frente Abante recibió el primero,
Que era el nudo y firmeza del combate;
Y sucumben tras él árcades gentes,
Y sucumben tirrenos combatientes,