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ENEIDA.


LXVI.

Ni á Turno embarazó torpe tardanza;
Toda su hueste arrebatando fiero,
Sobre los Teucros retador se lanza.
Sonó el clarín. Enéas el primero
Contra la agreste muchedumbre avanza,
Y á hijos vence del Lacio (¡fausto agüero!)
A su encuentro, de todos adelante,
Vino Teon, descomunal gigante.

LXVII.

Al cual, del acerado coselete,
Y túnica con oro retesada,
Enéas las junturas rompe, y mete
Por el costado adentro honda la espada.
Con ella luégo á Lícas acomete,
Quien, ya en el claustro maternal salvada,
Infante, ¡oh Febo! te ofrendó su vida;
Fuéle piadoso el hierro, hoy homicida!

LXVIII.

Mató despues á Gias corpulento
Y al fornido Ciseo, cuyas clavas
Peones derribaban ciento á ciento;
Ni altos brazos ni hercúleas armas bravas
Les valieron, ni haberte el grande aliento
Heredado, ¡oh Melampo! á tí que andabas
Un tiempo al lado del invicto Alcídes,
Partícipe en sus suertes y en sus lides.