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ENEIDA.


XXX.

Tambien allí lidiando, los arpones
Lanzaste que homicidas enherbolas.
A vista de magnánimas legiones,
Tú, que tu nombre, ¡oh Ismaro! arrebolas
De ilustre origen lidio con blasones,
Hijo de aquel país donde con olas
Doradas el Pactolo se desliza
Y cultivados campos fertiliza.

XXXI.

Así unos y otros, sin ganar terreno,
Reria lid pelearon todo el dia.
Y en tanto Enéas á la mar el seno,
Bogando en medio de la noche, hendía.
Pues él, dejado á Evandro, y al tirreno
Campamento venido, hablado habia
Al jefe: nombre y patria le revela;
Lo que ofrece le dice, y lo que anhela;

XXXII.

Y los recursos le describe luégo
Que ha asociado Mezencio á su venganza;
Píntale á Turno en sus enojos ciego;
Pondérale cuán poca confianza
Merece humano cálculo; y el ruego
Añade á la razon. A la alianza
Tarcon se inclina, y, sin que instantes pierda,
Sus fuerzas une y ya la marcha acuerda.