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ENEIDA.


CXLVII.

A Afidno luégo, á Mérope, á Erimante
Rinde, y á Bícias, que amenazas pára
Rugiente, con mirada centellante;
Contra venablos el arnes le ampara.
Ni azagaya lanzó Turno al gigante;
Con zumbadoras cuerdas le dispara
Falárica mortal cual rayo fiero:
A su empuje el taurino doble cuero,

CXLVIII.

Y áun con dobles escamas de oro fino
La fiel loriga resistir no pudo:
Desmayado el gran cuerpo al suelo vino,
Tembló la tierra y retumbó el escudo.
Con golpe así y estruendo repentino
Yerto pilar que giganteo y mudo
En ántes dominara el mar de Bayas,
Cae tal vez en las soberbias playas,

CXLIX.

Y rueda así con ímpetu y ruina
Y en el fondo del piélago se ensena:
Toda se turba la extension marina
Al impulso, y resurte negra arena;
Y estremécese Prócida vecina
Desde su asiento, y con espanto truena;
Truena el áspero lecho de Inarime,
Donde á Tifeo Júpiter oprime.