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ENEIDA.


CXXXV.

»¡Bien hayas, nieto ya, y futuro abuelo
De Dioses! Cuanta guerra el hombre enciende,
Trocarse en paz verá dichoso el suelo
Reinando tu familia. A tí no extiende
Troya su hado cruel.» Dice, y del cielo,
Rasgando el aire vibrador, desciende
A Ascanio, y de sus formas se desnuda,
Y el rostro en el del viejo Bútes muda.

CXXXVI.

El cual del noble Anquises escudero
Y su fiel guardapuertas fuera un dia;
Tiempos despues lo dió por compañero
A Ascanio Enéas, y por útil guia.
En la blanca cabeza y ceño austero
Apolo, andando, á Bútes contrahacía,
Y en la voz y el color y la apostura,
Y en el bronco sonar de la armadura.

CXXXVII.

Y á Yulo enardecido, «¡Hijo de Enéas!
¡Basta!» dícele el Dios, «basta á tu gloria
Que así á Numano castigado veas
Bajo tu brazo. Esta primer victoria
Apolo te concede, y, que le seas
Émulo ya en el arma venatoria,
No mira, no, con voluntad aviesa.
Mas tú ya en el combate, ¡oh niño! cesa...