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VIRGILIO.


LXXII.

Ya al cuartel de Mesapo va, do espira
Sin pábulo la lumbre: allí la hierba
Paciendo atados los bridones mira.
Niso en breves palabras (pues observa
Cuán léjos va llevándolos la ira
Que matando se enciende y exacerba)
Dijo: «La odiosa luz próxima advierto:
No más sangre; ancha senda hemos abierto.»

LXXIII.

Mucha arma allí, mucha maciza plata,
Mucho vaso y riquísimo tapete
Abandonan. Euríalo arrebata
Para sí de Mesapo el justo almete,
Que al viento plumas de color desata;
Despues que los galones de Ramnete
Y el cinto, que áureos clavos ornamentan,
Alzó: en vano sus hombros los sustentan!

LXXIV.

(De Cédico opulento éstas un dia
Galas fueron; el cual al tiburtino
Rémulo como prenda las envía
De alma hospitalidad y afecto fino:
En legado, al morir, éste las fia
Al nieto, y con su muerte, en guerra, vino
A manos de los Rútulos la rica
Herencia, y al más fuerte se adjudica).