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ENEIDA.


XXI.

«Concedo, empero, por calmar tus penas,
Que al fin—cuando por líquidos caminos
Hayan á las itálicas arenas
Llegado, y en los campos laurentinos
Puesto á su capitan, de mal ajenas—
Su sér mortal las naves de tus pinos
Pierdan, y cada cual se trueque en Dea,
Cual Doto de Nereo ó Galatea,

XXII.

»Y esotras que, del mar húmedas Diosas,
Cortan con pecho de marfil liviano
Del piélago las capas espumosas.»
Por las riberas del Estigio hermano
Con torrentes de pez vortiginosas
Juró lo dicho el Númen soberano;
La frente inclina, y del Olimpo dueño,
El Olimpo estremece con su ceño.

XXIII.

Cumplido el plazo por las Parcas fuera,
Llegaba, en fin, el prometido dia:
De la flota á apartar la llama fiera
Turno á la Diosa en su feroz porfía
Constriñe. En esto iluminó la esfera
Nueva luz; nube inmensa Oriente envia,
Cruzar la ven el ámbito sereno
Y que coros del Ida hinchen su seno.