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VIRGILIO.


CXXVI.

Allí el antro de Marte se descubre,
De una parida fiera verde alcoba:
Dos risueños rapaces, que el salubre
Sustento solicitan de la loba,
Cuélganse en torno á la materna ubre;
Y ella con mansa lengua los adoba,
Ya á éste volviendo en su comun cariño
La robusta cerviz, ya al otro niño.

CXXVII.

Viene tras esto la naciente Roma;
Y las sabinas asaltadas, tales
Aparecen allí como las toma
La ocasion de los juegos Consuales;
Y nueva guerra y súbita, que asoma
De Rómulo á la vez á los parciales,
Y á los Curites y al anciano Tacio,
Pueblo viril de corazon rehacio.

CXXVIII.

Con sus armas, y en pié, y allí cercanos,
Depuestas ya las mutuas amenazas,
Ambos reyes ostentan en las manos
De Jove ante el altar sagradas tazas;
Una cerda que inmolan cual hermanos
Acredita la union de entrambas razas;
Y de Rómulo brilla recien hecho
Tosco palacio de pajizo techo.