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ENEIDA.


CV.

Alzan los ojos: se oye el estallido
Otra vez y otra, y por region serena
Ven en convoy de nubes conducido
Un haz de armas lumbrosas, y que suena
Sienten de léjos el metal herido.
Pásmanse todos. Mas la voz que truena
Conoce Enéas, y que cumple, entiende,
Vénus su alta promesa y le defiende.

CVI.

«No escrutes, noble valedor,» exclama,
«El prodigioso agüero; en mí confía:
Esa voz del Olimpo á mí me llama;
Es fausto anuncio que mi madre envía,
Mi madre, alta deidad. Cuando la llama
Marcial prendiese, me ofreció daria
Esa señal: su protectora mano
Armas me trae que forjó Vulcano.

CVII.

»¡Y oh qué gran mortandad miro presente
Al malhadado campo Laurentino!
Al polvo, Turno, inclinarás la frente;
¡Y tú cuánto broquel, Tibre divino,
Cuánto yelmo darás en tu corriente,
Y derribado cuerpo al mar vecino!
¡Vengan ahora á desplegar sus haces;
Vengan, y rompan las juradas paces!»