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ENEIDA.


LXXXI.

»E1 aire y fuego me obedece: en duda
No pongas la eficacia de tu ruego;
Todo lo alcanza, y mi poder te ayuda.»
Así razona cortésmente, y luégo
Rendido á la beldad Vulcano anuda
Los vínculos de amor, de amores ciego,
Y dichoso en los brazos de su dueño
Se deja poseer de un manso sueño.

LXXXII.

Cual matrona obligada que granjea
Con la rueca y labores delicadas
El sustento á la vida, la tarea
Al desvelo añadiendo, aletargadas
Cenizas se alza á reanimar, y emplea
En la obra á la lumbre sus criadas,
Y así el lecho que el cónyuge le fia
Guarda sin mancha, y los hijuelos cria;

LXXXIII.

No ménos listo y á la misma hora
(Cuando va en la mitad de su carrera
La Noche, y al alado Sueño azora,
Gustada apénas la quietud primera),
Del estrado en que Vénus le enamora
Alzase el Dios que sobre el fuego impera,
Y del cielo á la tierra en que trabaja,
Vulcania en nombre y obediencia, baja.