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ENEIDA.


CLVI.

Compadecida entónces la alma Diosa
A Hipólito tendió su mano pia,
Y en morada le oculta nemorosa
Y allí á la ninfa Egeria le confía:
Oscuro así y en soledad dichosa
Una vida ingloriosa viviria
Por las selvas itálicas, cuál hombre
Nuevo, de Virbio bajo el nuevo nombre.

CLVII.

Al templo y á los bosques de Diana
Por eso á los cornípedos corceles
Llegar no es dado, pues la mar cercana
Huyendo, y monstruos de la mar crueles,
Tiraron mozo y carro en fuga insana.
El no ménos audaz, ellos más fieles,
Sus potros en el campo el hijo incita,
Y su carro á la guerra precipita.

CLVIII.

Revuélvese ante todos corpulento
Y sobre todos la cabeza eleva
Armado Turno, cuyo almete al viento
Triple penacho ofrece, y alta lleva
Quimera que respira etneo aliento:
Ella su ardor al parecer renueva
Envuelta en tristes llamas, á medida
Que la lid se ensangrienta embravecida.