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TA FEMINISTA ARG


TINA


espiritualmente distinto.

Demasiado se vé el extravío a que han conducido al mundo moderno esas doctrinas subversivas del economismo a destajo; pero, no porque lo sepamos hundido cada vez más en ellas al extrerio de hacer desesperar de la salvadora reacción espiritual, como tan tristemente lo revelan las controversias que a raíz de la guerra preocupan a las naciones, controversias todas eso- nómicas, sin excepción de una sola, debemos abdicar de la irrefragable verdad que nos viene del fondo de la conciencia, individual e histórica, La mujer se ha salido del hogar y se irá alejando de él más y más mientras provalezean los falsos conceptos actuales y, no ha de ser sólo eon sátiras. aunque fuesen de Juvenal o de Horacio, con lo que se pondrá diques a tan funestos renuncios.

Queda así ligeramente perfilada la causa del fenómeno fe- minista, verdadera fiebre eruptiva y por lo mismo genuino fe- nómeno de nosología social—y ya sabrá la futura publicación que se anuncia, lo que deberá proponerse si quiere, al menos, salvar una verdad de naturaleza proclamando los principios y difundiendo los conceptos educativos propicios a la mejor defensa y ennoblesimiento de la mujer y, con ella, del hogar, del hogar si tedavía no enferamente desierto, eada día más pobre de los sentimientos, energías y actividades que le son esencialmente inherentes y de los que nunca debe carecer sino antes bien abundar. Póngase, pues, por lema: “Volver a la mujer al hogar”, propendiendo, sin desmayar ante las infini- tas dificultades que le srdan, a una reacción contra la ten- dencia fundada en el falso concepto de que el bienestar de la mujer está en las afueras de la casa y no, como siempre, en la casa misma, de donde puede irradiar, en caridad y en mul- titud de obras benéficas, los sobrantes inagotables de sus sen- timientos y de su inteligencia.

Hay que combatir la organización social económica en el carácier de superior y exelusiva que tiene, pensando que toda orgavización social debe trasuntarse sobre la organización mis- ma del ser humano que no sólo es estómago sino, sobre todas las eosas, corazón; estómago abajo y corazón arriba como en el cuerpo, vale decir, moral, sentimiento, alma e ideal por en- cima de todo, porque siempre que no ha sido así y se han in- vertido los términos naturales, demasiado nos ha dicho ya la experiencia histórica, social y particular, que hombres y pue-