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LA MUJER

A A O A

res que aun preguntan para y por qué pedimos dercchos y libertades, pues según ellos la mujer ni necesita ni debe tener más de lo que tiene,—tan verdad es que la costumbre se hace ley, y el hábito de dependencia engendra en algunos la escla- vitud casi voluntaria.

Jin él se han condensado parte de nuestros amhelos, y por «í solo es un pragrama de intenso trabajo.

Dice así:

Lo que queremos y por qué lo queremos:

1%, Queremos que se haga desaparecer de los Códigos y le- yes todo artículo que establezea una diferencia de legislación entre ambos sexos y en contra de la mujer, para que ésta deje de ser la incapaz que es hoy ante la ley, y recobre “todos” los derechos que corresponden a seres conscientes y responsables.

Porque para la mujer, ya sea en su estado de soltera, viuda o casada, con o sin hijos, obrera, empleada o viviendo de sus propias rentas, hay en los códigos y leyes del país, excepcio- nes y trabas que ligan su libertad, rebajan su condición de ser pensante y volitivo y la sujetan a una dependencia 2bso- luta del hombre, dependencia que es necesario cese, no sólo por” lo humillante, sino por los verdaderos abusos y crímenes que al amparo de leyes desiguales se cometen con ella.

Ejemplo: La exclusión de la mujer en el manejo de los bie- nes matrimoniales, que son entregados al marido sir control, da lugar,-con demasiada frecuencia, a que un jugador, un. ebrio, un pervertido, dilapide el haber de una familia sin que la esposa tenga conocimiento de su desgracia simo cuando ya es tarde para pedir una separación de bienes, recurso, por otra parte, muy aleatorio. Los casos en que la esposa sea la causan- te (por sus malas condiciones morales y la falta de carácter de su cónyuge) de este desequilibrio, “no están autorizados por la ley”, y el esposo tiene en sus manos todos los recursos legales para evitarlo.

Cuando se trata de castigo, ella es responsable y eapaz; pe- ro no lo cs “para propiciar, discutir ni sancionar leyes”; y en cualquier condición y edad, es la pupila del padre y del marido.

2. Queremos la participación en los puestos directivos edu- cacionales, no como una excepción, sino como un deber y una necesidad para esa misma educación, en cuyo progreso y efi- cacia desenvuelve ella tantas energías.

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