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Señor Miguel J. Font.

Estimado Font: De acuerdo con lo solicitado por usted, me complazco en enviarle algunas ideas sobre la mujer. Salúdalo atte. Buenos Aires, Diciembre 2 de 1919.

¿La mujer? He ahí, en dos palabras, una de las grandes in- «ógnitas del problema social contemporáneo.

Intimamente, veo eon simpatía a la “mujer del hogar”, pu- dorosa y tímida, madre que educa con amor y sacrificio, sin intermediarios mercenarios, esposa Y compañera, reina y es- clava a la vez, que gobierna con el arma invencible de su ter- nura. Pero esos tesoros se van perdiendo y comprendo que las virtudes deben de ser naturales, espontáneas, no legales.

Admito las reivindicaciones femeninas que tiendan a elevar el nivel intelectual y moral de la mujer. En cuanto a sus de- rechos civiles se refiere, ereo que debe equiparársela al varón, «on las excepciones inevitables e inherents a su sexo. En lo que respecta a los derechos políticos, acepto el sufragio feme- nino, pero no obligatorio, perque nadie ignora las dificultades que importaría esta carga pública para la mujer y, especial- mente, para la mujer argentina, que, fuera del reducido grupo de cierta “clite”, guarda la tradición pudorosa y mística del hogar señorial del coloniaje.

El sufragio femenino será una fuerza moderadora, sin duda, en el proceso evolutivo social y traerá, por acción propia, la reparación de muchas injusticias y la solución de numerosos problemas que la mujer sólo contempla, porque sobre ella in- ciden directamente determinados errores del sistema jurídico y social actual. El argumento de que la inferioridad mental de la mujer la incapacita para la acción política, es insostenible ante el imperativo del sufragio universal que involucra hasta el analbafeto. Admitámosla liberalmente en el gobierno de in- tereses comunes; su psicología, no inferior, sino complementa- ria, define y perfecciona la obra del hombre.


Rodolfo Medina.

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