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LA MUJER



ginación ereadora del hombre, sería menester que éste permane- ciera estacionario y que eon el andar del tiempo, por lo menos, cuando la mujer adquiera una imaginación equivalente a la del hombre actnal, la de éste quién sabe dónde estará.

En lo que respecta a la intelectualidad, en el estado actual de nuestros conocimientos, no puede afirmarse que el hombre supere a la mujer en las aptitudes adquisitivas, y que, de las elaboratives, sólo en la imaginación ereadora y en la intuición, el “hombre superior” supera a la “mujer superior”, porque ésta no tiene un vuelo imaginativo tan extenso o intenso, y su in- tuición abarca otra esfera muy diferente de la del varón. Pero si esto se puede afirmar para los hombres excepcionales (ta- lentosos, talentos y genios), nada se puede sostener respecto de la masa, de la imnensa mayoría que constituye la colectividad. En mi obra “¿Es superior el hombre a la mujer?” analizo el punto y no ereo necesario insistir aquí. En cambio, la mujer ininteligonte, es menos ininteligente que el hombre poco dota- do intelectualmente; conserva más el tipo intermedio, de modo

qu sus extremos no se alejan tanto de lo normal, como en el varón.


La esfera afectivo-cmocional en la mujer, es indiscutiblemen- te más amplia y más rica que la del varón, como promedio ge- neral. La mujer es más sentimental y mucho más moral que el hombre, de ahí que no se pueda prescindir de ella para la vida normal colectiva, puesto que con gran mentalidad y precaria moralidad, tanto en lo individual como en lo social, se marcha rápidamente a la degeneración. El electorado femenino se im- pondrá en todas las colectividades enltas por la necesidad de introducir el factor moral como un fenómeno de inhibición in- dispensable para regular las impulsiones de la intelectualidad masculina, librada a sí misma, es decir, lanzada sin el contra- lor de una moralidad inflexible.

Puede establecerse que así como la madre es indispensable en el gobierno de la familia, lo es en el de la colectividad, y que las colectividades gobernadas exclusivamente por hombres, son colectividades huérfanas de madre. La mujer futura llenará un triple papel de madre: de la especie, del individuo y de la co- lectividad. Hasta ahora sólo ha llenado los dos primeros; el Progreso y la civilización reclaman el tercero.

Los estudios de la psique femenina, a los efectos del voto, nos señalan a la mujer, particularmente a la madre, que for-

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