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EXcTESTA FEMINISTA ARCENTINA K— A

EL ELECTORADO FEMENINO

No pocos adversarios del feminismo arguyen que el probiema de la igualdad del hombre y de la mujer ante la ley, encierra e] de la igualdad psicológica de los sexos y que la mujer as- pira a ser psíquieamente igual al hombre. Esta propaganda tie- ne un éxito inmediato entre la gente inculta, que eree en la po- sibilidad de semejante aberración. Ningún hombre ni mujer fe- ministas sensatos opinan que la mujer y el hombre tiendan a ser psíquicamente iguales, puesto que en la evolución de cada sexo, lo que so observa, del salvaje al culto, no digo en lo psí- «uico, sino también en lo somático, es que las diferencias sexua- les se acentúan cada vez más y este proceso permite prever que. en el futuro, serán mayores aún. La mujer y el hombre tienen aptitudes que les son propias y que se complementan en la vida de la especie y que deben complementarse en la de las colecti- vidades si se quiere que las colectividades desarrollen su pro- ceso dentro de la vida completa.

Lo que ha venido a perturbar el criterio respecto de la fun- ción social de la mujer, es el desgraciado problema de la su- perioridad de un sexo sobre el otro, y digo desgraciado, porque tal problema no puede hoy subsistir por anticientífico. Entre el hombre y la mujer existen diferencias cuantitativas, pero és- tos sólo afectan a los caracteres específicos; en las sexuales, que son las que interesan, las diferencias son cualitativas y toda comparación en más o menos, es sencillamente disparatada.

Las mujeres, por su parte, se han contagiado del mismo eri- terio militando en las filas opuestas, y así, en el terreno de la intelectualidad, no quieren admitir que el hombre posea una imaginación creadora de mayor vuelo que la de la mujer, por más que esto pueda comprobarse en el terreno de las ciencias y en el de las producciones artísticas. Contestan que la mujer no ha aleanzado a tal altura, por no haber ejercitado esa apti- tud; que el hombre se la reservó para sí mismo, alejándola de toda actividad pertinente y que si la mujer se educara en ese sentido, pronto alcanzaría al hombre. Sin entrar a discutir la veracidad de que se haya alejado sistemáticamente a la mujer de las actividades mentales superiores, diré que el razonamiento más seneillo indica que hoy, para que la mujer igualara la ima-