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LA MUJER


DEL Dr. ALFREDO IL, PALACIOS

(Fundamentos de su proyecto de Ley sobre derechos civiles de la mujer.—Sesión del 11 de Julio de 1915, de la Cámara de Diputados).

Sr. Palacios. — Señor Presidente:

Forzoso es reconocer que nuestras leyes no otorgan a la mu- jer todos los derechos que le corresponden, de acuerdo con la orientación del pensamiento moderno.

Hay supervivencias inexplicables de la vieja legislación ro- mana inerustadas en los códigos, hasta el extremo de que en la ley argentina, que no ha seguido por cierto las huellas del Código alemán, la mujer no puede disponer del producto de su trabajo o profesión.

El legislador, al establecer una seria incapacidad para la mujer casada, incapacidad que está lejos de ser natural, ha puesto de manifiesío inconsecuencias de eriterio que demnes- tran claramente lo absurdo de las disposiciones restrictivas.

El proyecto que presento tiende a suprimir esas limitacio- nes arbitrarias, que señalan valladares al desenvolvimiento de la acción femenina; tiende a que la mujer conquiste una eman- eipación relativa en los órdenes social y doméstico y a que se eleve su dignidad, no en los madrigales de los poetas, como alguien dijo, sino en las leycs de la Nación y en los actos dia- rios de la vida.

Propongo, en primer término, que la madre natural tenga la administración y el usufructo de los bienes de sus hijos. La ley argentina lo prohibe, y es indudable que en esta forma sanciona una injusticia que se agrava cuando los bienes que han de administrarse son los que ha recibido el hijo por he- rencia del padre. No hay argumento que pueda aducirse en fa- vor de esta prohibición, si no es el que deriva de la fuerza del prejuicio, indigno de muestro grado de cultura.

. Dispongo también por el proyecto que presento, que la mu-

jer está habilitada para ser testigo en los instrumentos públi-

cos y en los testamentos.

No puede aducirse consideración alguna para que se equi- Pare a las mujeres con los idiotas, los ciegos y los sordomu- daa, Ea prohibición de nuestra ley resulta más absurda epan-

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