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LA MUJER

E!

FEMINISMO

Discurso pronunciado el 30 de Setiembre 1918, en la asamblea anual ordinaria del Consejo Nacional de Mujeres del Uru- guay por la Presidenta y fundadora Dra. Paulina Luisi, en- viado por su autora en contestación a nuestra consulta.

Estimadas consocias:

Cumplen dos años hoy que quedaron echadas las bases de nuestra asociación, el 30 de septiembre de 1916. Un grupo pe- queño, pero decidido, de valientes compatriotas prestó el va- lioso apoyo de su inteligencia, su ilustración y su prestigio, pa- ra llevar adelante la obra feminista, emprendida al calor del entusiasmo y al impulso de una irreductible fe en el porvenir social de nuestro sexo, hasta ahora considerado como instrumen- to de placer o como adorno de salón por nuestros compañeros.

Estos dos años de labor han sido rudos e ingratos. Hemos batallado con energía y eon tesón, eunque los resultados de nuestros esfuerzos no se han cristalizado aún en una obra pal- pable que pudiéramos presentaros hoy para deciros: he aquí lo que heraos hecho. Pero la semilla arrojada u todos los vientos ha comenzado a verdear.

Hace dos años, apenas podíamos atrevernos a pronunciar la palabra feminismo... era sinónimo de machonismo, de revo- Inción, de relajación familiar; —era la revolución trasplantada al seno de la familia y al principio social;—era disolución, era quebranto. Al iniciar esta campaña nos atrevimos apenas a for- mular dentro de su vasto programa, las más sencillas premisas.

Hoy hemos llevado a todos los espíritus, la convicción de que no queremos revoluciones destructoras, sino una sensata evolu- ción constructiva, que cimente sobre piedra el agrictado edifi- cio del hogar, que levante a la mujer al nivel de su compañero para serle amiga e igual, o por lo menos equivalente. en sen- timientos y en espíritu—lo que obligará al hombre a encontrar en la esposa el conjunto que hoy busca ansiosamente en varias mujeres a la vez: en la esposa legal, para tener en ella la madre de sus hijos, continuadora de la especie, y la amiga, la herma- Na, la compañera del espíritu, que se ve obligado a buscar en la amante educada, porque la educación de la mujer no ha sabido hasta hoy más que preparar esposas para el hogar—sin volun-