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ENCUESTA FEMINIS


'A ARGENTINA

obligándolos a título oneroso. En esta sociedad “sui generis”, uno de los socios lo tiene todo, el otro no dispone de nada, en un desequilibrio completo de derechos, que coloca a la mujer en condición muy inferior, de persona no ya incapaz respec- to de ciertos actos, sino de persona casi absolutamente inca- paz. Es cierto que la mujer tiene el derecho de pedir la sepa- ración de bienes cuando la mala administración del marido le traiga peligro de perder sus bienes propios; pero es siempre muy difícil que la mujer, anhelosa de paz conyugal, sobre to- das las cosas, se decida a acudir a los jueces para defender in- tereses patrimoniales. La mujer que se casa se decide mansa- mente al sacrificio.

En el curso del estudio, después del sólido análisis de la ca- pacidad civil de la mujer, el conferencista investiga su esfuer- zo instintivo para independizarse de las múltiples tutelas im- puestas por la moral consuetudinaria y cuyo elemento princi- pal es la difusión cada vez mayor del profesionalismo femeni- no. Afirma con este motivo:

“De todas las profesiones de la mujer, ninguna eleva tanto Ñu condición como la de maestra de escuela. La función de educar está por arriba de todas. Es obra de perfeccionamien- to que la mujer emprende para sí misma y cuya acción extien- de para el bien de los demás, para el bien social. La sociedad ha podido por mucho tiempo mirar con indiferencia, con des- dén quizás, esta nobilísima profesión, que no sin motivo se ha equiparado a un sacerdocio; mas, la tarea humilde y mo- desta en apariencia, se ha impuesto a la consideración públi- ea, a medida que su acción se ha puesto de manifiesto en su obra. Dentro de las aptitudes y cualidades propias de cada una, la maestra concurre en primera línea al bienestar gene- ral de la Nación. Hoy por hoy, dedica la mayor parte del día y la mejor parte de la vida a la educación común, con tal per- severancia, tal puntualidad, tan noble empeño, tan generosa abnegación, que sería muy difícil encontrar en los hombres iguales virtudes. Se concibe todavía, dentro de esa función, un tipo ideal — ante el cual nos inclinamos con profunda vene- ración — de maestra de escuela, que, por la incorruptible pu- reza de su ejemplo, irradie luz en la ciudad, pueblo o aldea en que reside, e influya sobre las costumbres de sus habitan- tes. Cada niño de los que asisten a las escuelas lleva a su ho- gar una partícula viviente del alma de su maestra. La cultura


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