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LA MUJER




¡Y amo de la libertad!

Y el amo, señor y dueño de las libertades, las concederá un día haciéndose el generoso. ¿Eso queréis, señores feministas?

Eso que llaman libertad y se concede desde arriba, no sirve. Como sólo cuesta para obtenerla unos cuantos discursos de oradores—en este casc—unos vivas y unas manifestaciones por esas calles, lo obtenido es superficial.

'Tampoeo quiero decir con esto que la libertad requiere ser regada con sangre, como se dice por ahí. El derramamiento de sangre que caracteriza a las revoluciones, es un detalle ex- texno.

La libertad no la da un régimen determinado, ni un gobier- ro, porque la libertad es una planta que crece dentro de mos- otros mismos.

La libertad no es una cosa colectiva.

La libertad no es un pan que reparten en rebanadas los go- biernos. ertad es producto de naturaleza, ciencia, estudio, trabajo individual.

Pero generalmente ocurre que cuando un sér a fuerza de es- tudio y saerificio logra vislumbrar parte de la planta de la li- bertad que lleva dentro, empieza desorientado, ansiando estre- char en sus manos toda esa planta, a pedir a gritos la liber- tad a los gobiernos. Ya no estudia más: grita. Y con los pu- ños alzados contra el gobierno y los hombres, se olvida de se- guir tenaz en el trabajo interior, hacia el perfeccionamiento individual, hacia el alma, hacia la planta aquella!

Y si el gobierno concede en reglamentos y leyes lo pedido, resulta que no es ni la sombra de lo ansiado.

Es que lo que pidieron por libertad era pan. ¡Y el pan con- cedido no es la felicidad!

La verdadera superioridad masculina.


Se ha discutido tanto eso de la superioridad o inferioridad femenina, que, en verdad, se ha obscurecido el asunto.

Yo no sé. Dícese por ahí que la inteligencia no tiene sexo. Yo digo que tal vez el sexo haga la inteligencia.

De todos modos, se eree que si la mujer no es tan inteligen- te como el hombre, es porque ella no cultivó su mente. Confor- me. Pero, ¿por qué no cultivósu mente? Las feministas dirán:

porque el honibre la relegó siempre a los quehaceres domésticos e impidió su educación.

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