Página:Encuesta feminista argentina.djvu/178

Esta página no ha sido corregida

LA MUJER


más ruda, abandonan el taller o la fábrica; y se piensa, sin llegar a las minucias del higienista, que esa bestia fatigada y triste, va a unirse a otra bestia triste y cansada y empobre- cida en sangre y músculo; ¿cómo no sentir el raquitismo de la raza que se prepara?

¿Cómo no tener la intuición de que un feminismo que le- galiza con reglamentaciones esta monstruosidad y que persi- gue ilusorios derechos de voto, ficciones de derechos políticos, es una ofuscación que se aleja del sendero; es un paliativo in- útil; es el reformatorio de alcoholistas; es la almoadilla que atenuando el roce sobre la herida, hace que la bestia tire, has- ta caer exhausta?

El que no ba tenido la gloria de ver a una mujer desnuda, con algo más que con los ojos; el que siquiera la haya visto en el lienzo o en el mármol, no ha necesitado detenerse a me- ditar, para saber que la armonía de su curva, la morbidez de sus carnes, la propia conformación de sus haces musculares, no la capacitan para la violencia del esfuerzo ni para la fatiga sostenida de lo brutal.

Haber ercado por sordidez la miseria y el hambre en el hom- bre, era ya un delito. Extender esta injusticia a la mujer, es agravar la común desgracia.

Pensiónese la maternidad. Asegúrense los derechos inalie- nables de la criatura humana; mejórense las condiciones de lu- cha y de vida en el hombre, y la mujer estará a cubierto de la necesidad, de la miseria y del hambre.

Lo contrario, será, bajo cualquier reglamentación, seguir san- cionando este actual estado de cosas, que arranca el hiriente sarcasmo de Suliy Prudhomme, en “La Venus”:

“Dispute aux avares ton pain Et la laine dont tu te couvres; Les femmes de pierre ont des Louvres, Les vivuntes meurent de faim”.


Esta es la. síntesis de mi feminismo. Quiero para ls mujer, la feminidad, con toda la amplitud de sus derechos, que la ea- pacitará para sus más nobles y trascendentales deberes; por-

es en total, los hombres no somos sino lo que las mujeres 1os acen.

Ricardo Castellanos.

— 172 —