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LA MUJER




dre, sino también la compañera inteligente y digna de eompar- tir las más arduas tarcas y los más complicados problemas de la vida. El hombre tendrá ese día un alivio muy grande, por- que hasta su responsabilidad quedará repartida en las gran- des luchas que el destino le ka deparado.

Para la realización de este bello ideal será necesario que el hombre no vea en la mujer un “rival”, no sienta egoísmo ha- cia ella, y sea él, el primero que le tienda su mano, leal y no- blemente, ayudándola en su carrera ascendente.

Cuando el llombre se halle compenetrado del gran esfuerzo que la mujer pueda prestarle en el desenvolvimiento de la in- mensa obra humana, se declarará su más ferviente protector, y unido fraternalmente a ella, se habrá establecido la más bella de las fraternidades humanas. ¡Dios así lo quiera!

La gran tragedia humana que acaba de terminar en Europa, euyos ríos de sangre enrojecían los mares y quemaban la tie- rra formando en su superficie una corteza quebradiza, en eu- yos senderos iban cayendo les víctimas del deber cumplido, han demostrado el temple de la mujer y todo lo que ella era capaz de resistir. Flabiendo soportado con toda eutereza la más terrible y emocionante prueba: eurando heridas, calman- do dolores, cerrando los párpados crispados por las angustias de la muerte, atormentando sus oídos y destrozando sus cora- zones eon los ayes dolorosos, capaces de conmover basta las piedras.

La mujer fué todavía més lejos; formó ejércitos terribles, trabajó en las fábricas, en las minas, y estuvo en todas las ta- reas peculiares a los hombres. Los hechos recientes han de- mostrado que debo premiarse la acción de la mujer, concedién- dole los derechos civiles comunes a. ellos, y ya en varios paí- ses éstos les han sido acordados.

Los filósofos antiguos, han dicho: Que las leyes tienen ori- gen divino, por eso ellas deben ser justas. Conseenentes con estas sabias reflexiones, debemos esperar, que el resultado de todas estas agitaciones, será de grandes beneficios para la familia humana, estableciendo por medio de leyes justas, la igualdad de los derechos civiles entre el hombre y la mujer.

La ley del progreso es avasalladora, su ímpetu terrible es como el torrente que brota de la catarata y que nada ni nadie lo puede detener; pero son tantos los intereses que él afecta en su continua evolución, que ollo hace que su realización sea muy


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