Página:Encuesta feminista argentina.djvu/160

Esta página no ha sido corregida

LA MUJER

A A A ti

netran en el vasto campo de las ciencias y de la cultura gene- ral, con la misma facilidad, la mujer como el hombre, sea cual fuere sn condición, su raza, su procedencia, su religión, etc., ete.

Por otra parte, ambas entidades tienen una misión perfee- tamente definida y clara, capaz de destruir en forma categó- rica cualquier aremmentación que pretendiera mantener aque- lla idea que, en realidad de verdad, no es sino una preocupa- ción sin fundamento, que en sus consecuencias y efectos se asemeja a los espasmos que producen las rebeliones inmotivadas e injustas de personas que están lejos de comprender las cau- sas de una evolución ordenada, racional y sistemática; pero, ante todo, coneordante con los principios sociológicos que re- gulan y marean el rumbo siempre ascendente que efectúa la humanidad, cuyo objetivo y hacia el cual se dirige permanen- temente, es la perfección.

Bastan, en mi entender, estas hreves palabras para ¿justifi- car la necesidad de que la propaganda se ajuste estrictamen- te a los conceptos eivurcisdos, pues, de otra manera se des- virtuarían los propósitos y fines del feminismo de que antes hiciera mención.

El feminismo no ha de significar jamás una lucha de la naturaleza indicada, ni siquiera atribuírsele tendencias de ri-

validad. Las funciones de hija, de esposa y de madre, están perfectamente caracterizadas por la naturaleza; son funciones insustituibles, deberes inalienables.

El hogar, sea eual fuere la condición de la mujer, le per- tenece, porque su acción es preponderante y debe serlo siem- pre en él; allí está el campo de su ejercitación; allí deben sen- tirse, en primer término, los efectos de su aptitud, de su ca- pacidaa moral e intelectual, de la bondad, de la ternura, del amor, ete., sentimientos que le son inherentes. Su constitución física, el ambiente en que erece, se desarrolla y educa, ete., así como su marcada predilección para cultivarlos, lo atesti- guan acabadamente. Y no puede prescindirse de esas con- diciones porque son indispensable para que el hogar sea real- mente el centro inicial donde se forja el carácter, se predis- pone para la lucha honesta y fructífera y sirva de faro para guiar a la humanidad en su interminable recorrido. La fa- milia y la sociedad, sin la mujer y esos atributos, no existi- rían, o reinaría sencillamente en ellas el caos, la confusión,

— 154 —