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ENCUESTA FEMINISTA ARGENTINA A


(Fragmento de un trabajo publicado en LA NACIÓN»)

Nuestro siglo asiste a una profunda evolución acerca de las funciones sociales de la mujer. La evolución fatal de las ins- tituciones llega, en euanto a la mujer, a un punto culminante. No hay para qué recordar el largo camino recorrido en eum- plimiento de esa evolución. Ya ni trazas quedan de la ópoea — no, sin embargo, lejana — en que la mujer era considera- da en absoluto un ser inferior, que no sólo se hallaba someti- da como un esclavo, sino que carecía de derechos y de la pro- teeción de la ley. Ello, no obstante, perdura la división de log sexos. En la legislación misma se traduce esa diferencia. Se la considera, sin duda, en inferior condición, aun cuando su incapacidad de derecho sea eubierta con una pretendida pro- tección del hombre, a cuya sombra se la mantiene sujeta.

Es claro, por lo demás, que esa legislación traduce un estado social. Esto es, si se la pone bajo tutela, es porque ella no tiene en general igual capacidad a la del hombre o porque se estima que no la tiene. Lógico es también que carezea de ella por lo común. Sin sustentar, en punto a la mujer, prejuicios ya casi totalmente abandonados, está fuera de cuestión que hasta hace muy pocos años se la ha educado sólo — cuando se Ja ednca- ba, — para la vida del hogar. Como consecuencia de ello, no es extraño que estuviera poco capacitada para la lucha por la vida. Y menos capacitada aún para las especulaciones de la in- teligencia o simplemente para el cumplimiento de las funcio- nes sociales y políticas que el hombre detentaba con exclusión de ella. Por nuestra parte, atribuímos sólo a ello — a la edu- cación que se le dió — la pretendida inferioridad mental de la mujer, proclamada hasta ha poco por altos espíritus, como Schopenhauer, que no obstante rendía férvido culto a sus en- cantos.

A través, sin embargo, de tal estado de cosas, no faltan ejemplos de mujeres superiores que, reaccionando sobre los prejuicios reinantes, se destacaron sobre todos los hombres de su tiempo. El padre Feijóo, en su agudísima “Defensa de las Mujeres”, y el socialista Bebel, en su no menos interesante li- bro “La Mujer”, coinciden — lo que es verdaderamente eurio- 50 y digno de anotarse — en lus ejemplos consignados y en el



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