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LA MUJER

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letras, todo está aún por hacer en estas colonias libres apenas desde ayer y con toda una civilización nacional que erear: que se lancen en esas vías, seguros de que allí no hallarán como competidora a la mujer.

En conclusión diremos, que el movimiento feminista no pre- tende apartar a la mujer de sus naturales funciones: cuando habla de emancipación, debe entenderse que lo que quiere es sacarla de la ignorancia que esclaviza, y que si la palabra reivindicación está inscripta en sus banderas, ella no es aten- tatoria para el hogar ni para la sociedad; pues a nadie se le oculta y menos aún a las feministas, que, a menos de una trans- formación radical, el principio de la familia, tal como hoy exis- te, ofrece a la mujer garantías de protección asegurándole una posición social conveniente; por lo tanto, el feminismo, mien- tras por una parte sostiene en la lucha por la vida a'acquellas que no tienen ni pueden esperar tener un hogar, debería por otra fortificar el concepto de esa institución, y recordar al hombre que él es el designado para subvenir a las necesidades de la familia, después de haberlo empeñado a crearlo, e in- elinar a los jóvenes de uno y otro sexo a que sacrifiquen mu- chas preoenpaciones y necesidades ficticias que hoy apartan cada vez más del matrimonio.

Se dice que la mujer actual, con sus frivolidades y su igno- rancia, es un tipo de transición; así lo deseamos, pero quisié- ramos también que la mujer nueva, cuyo advenimiento presa- gia el feminismo para un porvenir no lejano, tuviera algo de esas antiguas matronas que veneran nuestros hogares y de aquella de quien dicen las escrituras: “Fortaleza y hermosura en su vestido, la sabiduría y la elemencia están en sus labios, —no comió el pan de la ociosidad. Levantáronse sus hijos y la llamaron bienaventurada y su esposo también la alabó.

Muchas mujeres acumularon tesoros, mas tú a todas has so- brepujado”.

Elvira López,

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