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ran condición y fortuna! Las que pasan las veladas en teatros y las tardes en sillones, leyeudo novelas o limándos. uñas; las que se dedican a conferencias y museos, u reercar- se el espíritu; las que con fuego en las chimeneas de sus casus y bien arropadas en sus coches, tienen la felicidad, que no go- zan las otras, de dar limosnas y proteger a los pobres; las qne tienen padres, maridos o hermanos que trabajen para ell las que no pueden ercer en esas miserias, ni entienden esos an helos, esas caídas, esos descorazonamientos, esos abandonos,

esos dolores!

¡Callen, por piedad! Nadie tienc intención de arrebatarles sus bienes; los gozarán siempre. No es para ustedes, que no lo precisan, que las mujeres reclaman más justicia y libertades. Todas ellas enloquecerían de contento si pudieran ocupar ese lugar que ocupan ustedes, ¡muñecas mimadas de sus hogares!

Dejen que las otras tengan alguna ambición en la vida; la savia ambición de llegar a ser el sostén de los suyos dentro del rango en que han nacido, de poderles procurar comodidades y, euando ancianas, después de un trabajo productivo, que les sca posible descansar de su labor en la tranquilidad de la holgan- za con su bienestar asegurado. Esa ambición que ha de ap tarlas de las malas tentaciones; que ha de llenar la imagino- ción de las apasionadas, de las frívolas, de las románticas; que ha de detener en el dintel de la casa de sus padres a las des- graciadas que abandonan sus familias para tener lujo y coche, porque saben cue, acaparándose los hombres los cargos pro- ductivos, sólo pueden lograrlo así.

Una solución aceptable para remediar en parte estos males sería la ayuda eficaz del Estado, dando a las mujeres el ma- yor número posible de empleos. ¿Por qué no se repartirí: por mitades entre ambos esxos los puestos públicos, llamándose a desempcñarlos a las mujeres casadas que carecen de merido que las mantenga y a las solteras sin recursos ?

Está demostrado que las mujeres son mejores empleados que los hombres en orden de laboriosidad, puntualidad y dis- ciplina, y muclas veces también respecto a su capacidad, lo que sería fácil probar.

Ex cuanto a los puestos compatibles con el sexo, los encuen- tro a montones en la aduana, en el correo, en la educación, ete. Y buscando bien, tal vez se hailara algún puestito como algu- nos de esos de doce mil pesos anuales, donde se reunen dos


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