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que la sencilla fórmula de Lamarp: “La función crea el órga- no”. “No me imegiro—dice Teuilléc—una Shakespeare, una Hugo, una Aristóteles, una Wagner con polleras”, a lo que contesta Lourhet: “cierto que tal vez genios idénticos no se hayan ducido entre las mujeres, ¿pero no se han producido genios fen alentes de ternura, de gracia, de misti- cismo, de 2 «bnegación y de desinterés?” Cuestión de dirección y de temperamento.

La verdad es que sea cual fuese la causa, la mujer no ha podido aún dar expresión a todo lo que su espíritu es capaz de concebir y combinar; la sugestión y sobre todo cuando ella proviene de la masa, es muy poderosa sobre el individuo. Júz- guese cuál debe haber sido su influencia sobre la mujer, a quien siglos de generaciones han venido repitiéndole, que no ka naci- do para genio sino para tener en orden la casa y nutrir a los hijos.

Pero aún sin llegar a los genios, que entre los hombres mis- mos no han sido muchos, queda toda la contribución de la in- teligencia superior de la que la sociedad desperdicia una bue- na parte al mantener a las mujeres alejadas del estudio. Si es indudable que la inteligencia femenina tiene sus caracterís- ticas, su manera propia de ver y juzgar, si sus creaciones ofre- een fisonomía distinta a las del hombre, considérese lo que ga- nará la humanidad el día en que a las obras de éste, a sus in- venciones y perfeccionamientos, se alíen los de la mujer, produ- ciéndose por su combinación obras múltiples que no reflejen ya el ideal de una parte del género humano, sino el de la hu- manidad, teda. Con razón ha podido decirse que cada inteli- gencia femenina que se pierde, importa un empobrecimiento para la civilización.








Con el pretexto de que la mujer no está preparada para otra actuación que la que tiene en el hogar, o con el no menos fun- dado de que, sacarla de él es desvirtuar el concepto de su misión en la tierra, la legislación ha olvidado a menudo que su prin- eipio debía ser la igualdad de cargas y derechos para todos los seres. La injusticia ha empezado a hacerse sentir desde el hogar, donde la mujer ha ocupado generalmente una posición dependiente con respecto al hombre, consecnencia de su falta de independencia económica. De tal modo"de considerar a la mujer, han nacido las consecuencias lógicas de no juzgarla ca- paz de disponer libremente de sus bienes, ni apta para atesti-

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