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ENCUESTA FEMINISTA ARGENTINA

F— a

tra de la libertad de trabajo concedida a las mujeres.

Por el contrario, la tendencia de toda sociedad sana que az- pire a levantar su nivel material y moral, debe dirigirse a fa- vorvcer en los seres, sin distinción de edad ni de sexo, el dez- pertamiento de las facultados activas capaces de procurarles los medios de bastarse a sí mismos; y los que se interesan por el progreso del feminismo, deben inscribir como primer pro- pósito de su programa, el temseguir que la situación de la mu- jer se ponga en el mundo entero sobre el pic de la indepen- dencia económica, única que permite la libre y digna ejercita- ción de la personalidad.

Protender que la mujer se substraiga a la ley del trabajo, no es solo inhumano, sino antinatural. El trabajo, del que par- ticipa la naturaleza toda, desde el grano que germina bajo la rra, hasta los astros que revolucionan en el espacio, es fuer- za, es salud, es alegría, es la vida misma de la que no se tie- ne el derecho de privar a nadie.

Si ha de estimularse el trabajo en la mujer, no es un deber menos imperioso protegerla en él, defender los intereses de las que no los ven aún muy claros, substraer del abuso a las que por su debilidad constituyen elementos de explotación, velar porque la higiene y la medida presidan el trabajo femenino, ayudar a las que, o poco hábiles o demasiado tímidas, se des- corazonan y entregan a la miseria, velar por las jóvenes para quienes el trabajo puede ser una ocasión de mil 2sechanzas, y, de las mujeres en todas las formas a que se aplique.

El trabajo femenino, como el del hombre, puede aplicarse a empresas diversas y también a especulaciones elevadas del es- pírittu.

Dejemos de lado la teoría tan traída a cuento de la inferio- ridad mental de la mujer, basada en absurdas deducciones que se han querido fundar en las dimensiones del cráneo y el peso del cerebro; la Fisiología ha dado ya su desmentido a tal argumentación, y si ne lo hubiera hecho, habría bastado la mu- jer a dársela. Pero admitamos como un hecho probado que el intelecto femenino no ha dado en las ciencias, las letras, las industrias y las artes, un número equivalente de genios al que ha dado el-del hombre, o en otros términos, que la mediana del talento de la mujer, es inferior a la mediana del talento del hombre. 3

A esa consideración nada podría oponerse con más justicia



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