LA MUJER
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editar, tiene por delante éste y otros muchos problemas, que una vez resueltos, se traducirán en ventajas positivas para la humenidad. Es un apostolado que tendrá sus horas de prue- ba; pero que supuesta la fe que lo inspira, puede iniciarse con éxito y llegar más tarde al punto culminante sin pena de haber sufrido y con la satisfacción de haber sembrado el bien en su larga y luminosa trayectoria.
En torno de todo lo que es femenino o al feminismo se re- fiere, ella puede erear un ambiente de principios y de sana filosofía.
La mujer argentina debo saber desde que su nubilidad des- pierta, cual es su misión y de qué modo sus fuerzas y sus do- nes pueden cooperar al perfeccionamiento social. Así como ella está en el génesis de nuestra vida heroica, ella debe estar en las etapas de nuestro porvenir venturoso. Ninguno de nnestros problemas nacionales debe serle indiferente. Ella debe apasio-
” narse por todo lo que es argentino, pero sin extralimitarse en su influencia y sin petrificar su mentalidad en prejuicios exó- 1cos.
La tradición es un patrimonio, una herencia; pero no hay que olvidar que las naciones que culminan en lo grande, lle- gan a tal punto sintetizando lo que heredan con lo que con- quistan.
Creo que la ide madre de nuestra evolución, tendrá que ser- lo masculina por su energía como por eu empuje. Pero si tal modalidad hace del hombre el factor básico de la civilización, ella no excluye aquel otro factor del cual dependen las gracias y las sensibilidades que forman trama de honor en nuestra vida.
El reconocerle a la mujer el derecho a todo esto y aún a po- sibles emancipaciones dictadas por la razón y por la justicia, y para llegar a las cuales el camino es difícil porque es sombrío y escabroso, es presentar al feminismo en su verdadera y no- ble característica. Reformemos espiritualmente, creando, y de aquí un siglo, dos siglos—el tiempo escapa a nuestros cálenlos— la humanidad tendrá días mejores, y el pueblo argentino que la integra en esta parte meridional de un continente, habrá co-
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