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¡Jamás lo olvidaré!... De asombro llena
Al escucharlo, el alma refugióse
En sí misma y dudó...; pero al fin, cuando
La amarga realidad, desnuda y triste,
Ante ella se abrió paso, en luto envuelta,
Presenció silenciosa la catástrofe,
Cual contempló Jerusalén sus muros
Para siempre entre el polvo sepultados.

¡Profanación sin nombre! Dondequiera
Que el alma humana, inteligente, rinde
Culto á lo grande, a lo pasado culto,
Esas selvas agrestes, esos bosques
Seculares y hermosos, cuyo espeso
Ramaje abrigo y cariñosa sombra
Dieron á nuestros padres, fueron siempre
De predilecto amor, lugares santos
Que todos respetaron.
¡No! En los viejos
Robledales umbrosos, que hacen grata
La más yerma región, y de los siglos