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Estremécese el alma pensando
Dónde duermen las glorias queridas
De este pueblo sufrido, que espera
Silencioso en su lecho de espinas
Que suene su hora
Y llegue aquel día
En que venza con mano segura,
Del mal que le oprime,
La fuerza homicida.

IV

Torna roble, árbol patrio, á dar sombra
Cariñosa á la escueta montaña
Donde un tiempo la gaita guerrera
Alentó de los nuestros las almas;
Y compás hizo al eco monótono
Del canto materno,
Del viento y del agua,
Que en las noches de invierno al infante
En su cuna de mimbre arrullaban.
Que tan bello apareces, ¡oh roble!,
De este suelo en las cumbres gallardas
Y en las suaves graciosas pendientes
Donde umbrosas se extienden tus ramas,
Como en rostro de pálida virgen
Cabellera ondulante y dorada,
Que en lluvia de rizos
Acaricia la frente de nácar.