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Que tu copa gallarda iluminan
Cuando audaz se destaca en el cielo,
Despidiendo la luz que agoniza,
Saludando la estrella del véspero.

Pero tú, sacra encina del celta,
Y tú, roble de ramas añosas,
Sois más bellos con vuestro follaje
Que si mayo las cumbres festona
Salpicadas de fresco rocío
Donde quiebra sus rayos la aurora,
Y convierte los sotos profundos
En mansión de gloria.

Más tarde, en otoño,
Cuando caen marchitas tus hojas,
¡Oh roble!, y con ellas
Generoso los musgos alfombras,
¡Qué hermoso está el campo!
La selva, ¡qué hermosa!

Al recuerdo de aquellos rumores
Que al morir el día
Se levantan del bosque en la hondura
Cuando pasa gimiendo la brisa
Y remueve con húmedo soplo
Tus hojas marchitas,
Mientras corre engrosado el arroyo
En su cauce de frescas orillas,