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Rosalía de Castro

El viajero, rendido y cansado,
Que ve del camino la línea escabrosa
Que aún le resta que andar, anhelara,
Deteniéndose al pie de la loma,
De repente quedar convertido
En pájaro o fuente,
En árbol o en roca.

Era apacible el día
Y templado el ambiente,
Y llovía, llovía,
Callada y mansamente;
Y mientras silenciosa
Lloraba yo y gemía,
Mi niño, tierna rosa,
Durmiendo se moría.
Al huir de este mundo, ¡qué sosiego en su frente!
Al verle yo alejarse, ¡qué borrasca en la mía!

Tierra sobre el cadáver insepulto
Antes que empiece á corromperse..., ¡tierra!
Ya el hoyo se ha cubierto, sosegaos,
Bien pronto en los terrones removidos
Verde y pujante crecerá la hierba.

¿Qué andáis buscando en torno de las tumbas,
Torvo el mirar, nublado el pensamiento?