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Rosalía de Castro

Y cual nosotros cambiado,
Lleno aún de las blancas fantasmas
Que en otro tiempo adoramos.

IV


Tras de inútil fatiga, que mis fuerzas agota,
Caigo en la senda amiga, donde una fuente brota
Siempre serena y pura;
Y con mirada incierta, busco por la llanura
No sé qué sombra vana ó qué esperanza muerta,
No sé qué flor tardía de virginal frescura
Que no crece en la vía arenosa y desierta.

De la obscura Trabanca tras la espesa arboleda,
Gallardamente arranca al pie de la vereda
La Torre y sus contornos cubiertos de follaje,
Prestando a la mirada descanso en su ramaje
Cuando de la ancha vega, por vivo sol bañada,
Que las pupilas ciega,
Atraviesa el espacio, gozosa y deslumbrada.

Como un eco perdido, como un amigo acento
Que suena cariñoso,
El familiar chirrido del carro perezoso
Corre en alas del viento, y llega hasta mi oído
Cual en aquellos días hermosos y brillantes
En que las ansias mías eran quejas amantes,
Eran dorados sueños y santas alegrías.