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XXVII
Prólogo

de nuestra poesía», es decir, de la poesía española.

Sin duda no bastaban las contrariedades sufridas y hubo de soportarlas mayores para su corazón. Las páginas que le hemos consagrado en nuestro libro Los Precursores, no supo siquiera que se habían escrito. Pensaba sorprenderla con ellas, y sólo sirvieron para decir el día de su muerte lo que perdía Galicia al desaparecer para siempre aquella alma verdaderamente superior. Hubiera sido dichosa leyéndolas, y no se lo permitió su mala fortuna. Sería para ella un gran consuelo, y no lo tuvo. Así todo en su vida.

Los meses que siguieron en aquel verano, tan lleno para mí de esperanzas que se desvanecían y de temores a cada paso renovados, fueron dolorosos para los suyos, que nos negábamos a creer lo que estaba dispuesto. También lo fué para la infortunada, pues se sentía morir. Aun cuando su postración decía a todos que pronto la perderíamos, nos parecía imposible que